La historia de este establecimiento se remonta hacia el año 1748, cuando Miguel Esplugas Cristòfol hacía de herrero en la calle de la Fuente (ahora Anselm Clavé) de Martorell, y pronto se le conocería con el alias de «Ferreret».

Durante el siglo XIX, en el taller se forjaron barandillas, rejas y otros elementos para vestir las fachadas de un Martorell en expansión, que vivía todavía mayoritariamente del campo, por lo que se vendía herramientas para trabajarlo y también se hacían norias, prensas y otras máquinas para la elaboración del vino.

Los tiempos fueron cambiando y la producción en serie representó un lento pero importante período de transformación. Se fue alternando el trabajo de la forja con el comercio de artículos del mismo sector ya fabricados industrialmente (bisagras, enrejados, alambre, clavos, tornillos, estufas …) y ampliándolo a otros como utensilios para la hogar (cubos, ollas, etc.).

Unas generaciones más tarde, en la primera década del s. XX, Antoni Bacarisas, también herrero, entró a trabajar en el taller de su suegro, Rossend Esplugas, dando así continuidad al negocio. La Guerra Civil significó el fin definitivo del trabajo de taller: la muerte de Antoni Bacarisas y la ausencia de su hijo Isidro determinaron que el negocio quedara temporalmente en manos de las mujeres de la familia y se convirtiera definitivamente en tienda.

Unos años más tarde, Isidro Bacarisas Esplugas se reincorporó al negocio familiar de la misma manera que lo fueron haciendo progresivamente su mujer e hijas. Y, con los años, se fue especializando en el nuevo concepto de ferretería, que iría tomando un carácter más industrial con la instalación de grandes empresas y las primeras multinacionales en Martorell.

Mirando hacia el futuro, en los años 60 formó parte activa de las incipientes asociaciones del sector y fue socio fundador del grupo de compra CIFEC (Cooperativa Industrial de Ferreteros de Cataluña, hoy ampliada y convertida en OPTIMUS).

Como su abuelo, a finales de los años 60 contó con la incorporación a la empresa de su yerno, que se convirtió en el nuevo puntal del negocio. Y paralelamente a la evolución del mercado, a la aparición de nuevos artículos y al crecimiento demográfico e industrial de la población, fue haciendo ampliaciones para adecuarse a los nuevos tiempos: los años 70 se duplicó la superficie de exposición y venta con el local contiguo; en los años 80, con un nuevo almacén de varias plantas, más personal y un servicio de transporte propio, y en los años 90, con un aparcamiento para los clientes y nuevos servicios.

Con la incorporación de la última generación, y para encarar el nuevo milenio, se hizo el salto hacia la informatización del negocio (codificación y control de stocks de todos los artículos, uso del código EAN, albaranes informatizados, facturación electrónica) y mejoras en la comunicación con los clientes: el uso de Internet, la presencia en las redes sociales como Facebook  e instagram y en la web de la central de compras CIFEC-OPTIMUS, los mailings, el uso de WhatsApp, etc.

A pesar de haber transcurrido más de 270 años, se ha mantenido la ubicación inicial, sin dejar de estar al día, y se continúa dando soluciones a los clientes como se ha hecho siempre.

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